jueves, 29 de mayo de 2008

3- Monográficos Zona Cero Azafor: LAS TERMAS PERDIDAS

La tercera entrega de esta sección nos acerca al sugestivo mundo de las “Construcciones Míticas”. Obras arquitectónicas perdidas en el espacio-tiempo. Olvidadas en las relaciones de los escribas y las glosas de los trobadores. Condenadas a permanecer como un pálido eco en la memoria del virtuosismo humano.
Samarcanda fue redescubierta. El engaño reveló Petra a Occidente. La esfinge fue desenterrada de su manto de 20 siglos de arena…Ahora, la historia llama a las puertas de Gandia.

Todo el mundo sabe que la cadena “OPENCOR” abrió hace un par de años una tienda en el Paseo Germanías de Gandia. Muchos recordarán que anteriormente, en aquel número 78, operó durante décadas el único BINGO que Gandia tuvo hasta la apertura del segundo en la calle República Argentina. Pero tan sólo unos pocos, sabios ancianos y chamanes de la tribu, recuerdan que en aquel local se ubicó la primera piscina cubierta que tuvo Gandia antes de la irrupción del Polideportivo.
Sí plebe sí. El “OPENCOR” era una piscina privada abierta al público.
Una antigua matriarca, momentos antes de recibir los santos sacramentos, reveló que en aquel lugar se llegaron a organizar variadas competiciones de natación, y que en el suelo del viejuno BINGO aún podían adivinarse los contornos de tan intrigante construcción.

No ha sido posible averiguar el motivo de su cierre. Consultadas diversas fuentes la respuesta siempre ha sido el silencio.
Todo apunta a que las razones de su clausura permanecerán ocultas para la Historia revelada

martes, 27 de mayo de 2008

El primo está picao

El dato referido a lo que vió el hermano de Santi expuesto en el artículo "Si no lo digo, reviento" del 24 de Abril, ha provocado la llegada de numerosa correspondencia a la redacción de este Blog.
Sólo puedo decir, para aquellos que solicitan más detalles, que lo contempló durante su etapa de salvavidas en la Cruz Roja.
Por otro lado, y para que el hermano de Santi no vaya por ahí sacando pecho palomo, os diré que... ¡NO!, que no lo vió todo. Le faltó la segunda parte: El primo del calamar está picao y va buscando bullita ¿Qué pasará? La respuesta en el linkarro:

http://es.youtube.com/watch?v=HBDRCsJ2Dvs&feature=related


No os perdáis tampoco las imágenes de los tiburones más grandes de la lista de videos relacionados

domingo, 25 de mayo de 2008

2- Monográficos Zona Cero Azafor: LA SANTA COMPAÑA


Juanjo apagó el despertador a las 3:30 de la noche. Se sentó en la cama y saboreó en su paladar los restos de nicotina del cigarrillo de la cena. Repasó la dentadura con la lengua y tragó. Observó el cepillo de dientes al otro lado de la puerta del cuarto de baño, fosilizándose en un vaso de plástico. Nunca se acordaba de limpiarse la boca antes de acostarse.
Se levantó y un chasquido en la rodilla le dió un aviso. Reprimió un ¡Joder! en el techo de su garganta. Sus padres dormían en la habitación de al lado y su madre tenía mal despertar.
Juanjo se acercó silenciosamente al cuarto de baño, apoyándose sobre el empeine para amortiguar las pisadas. El agua fría le sentó bien. Era plena noche y la temperatura rozaba los 35º C en su chalet de Marxuquera. Se secó la cara y la toalla descubríó su propia imagen ante el espejo del lavabo. Vestía únicamente unos calzoncillos blancos. Juanjo se rascó el pecho con una mano y la nuca con la otra. Frunció el ceño. Bostezó y lanzó su mano ciega por detrás de sí como lo haría un pescador con el sedal de su caña. Sus dedos aterrizaron sobre unos tejanos recortados. Era sus pantalones “todoterreno” de Verano.

El Seat Ibiza rebotó contra el bache y las latas de Fanta vacía entrechocaron en su interior. Juanjo las observó balancearse a los pies del asiento del acompañante. El coche alcanzaba los 80 por la diminuta pista rural cuando dos curvas obligaron al vehículo a una trazada de serpiente. Una pelota de tenis se unió al baile de aluminio. Algo vivo y verde crecía por una de sus caras.
La casa de Jose asomó detrás de unos pinares gruesos y gigantescos. Demasiado sanos para no ser visitado por las Procesionarias. Aunque en Agosto no había visto ningún saco. Eso era más propio de Primavera. En Agosto el calor imponía sus propias reglas, sus propios tiempos y su propio horario. Todos los gandienses se habian trasladado en masa desde la ciudad a la montaña a pasar las vacaciones. Los chalets de verano habían conectado sus maquinarias: Limpieza de jardines, aprovisionamientos de frigoríficos, asaltos de cubiteras al sacro dominio de los congeladores y desbordamientos de piscinas con posos de hojas de pino y cadáveres de insectos. Por todos lados circulaba el agua desde los motores de extracción comunal.

El regente de los motores no daba de sí, era temporada alta. Cuando Juanjo habló con él dos días atrás pensó que sería muy peligroso acercarle una soga con un nudo bien trenzado. Fulleraca, como así se llamaba el regente, le informó que el Jueves a las cuatro de la noche era el único hueco que le quedaba para transferirle el agua necesaria para regar sus huertos. Juanjo aceptó sin protestar, en parte por pura caridad hacia el pobre hombre, y en parte porque estaba acostumbrado a trasnochar, aunque no por agua, sino por cerveza.

El coche derrapó y una nube de tierra se arremolinó ante los faros. Jose esperaba apoyado con un pie contra la verja de su casa. Se impulsó con la rodilla y saltó como un resorte cubriendo los tres pasos hasta el Seat. Juanjo le saludó con un gesto de la cabeza al que Jose respondió con el mismo ademán. No dijeron nada. Jose sabía que Juanjo le agradecía que le acompañase a regar los campos a aquellas horas.
Cubrieron el medio kilómetro en silencio. Delante de ellos, los pinos se abrieron exponiendo varias “fanecaes” repletas de hortalizas. Los dos labradores dejaron atrás el coche y continuaron a pie. En la parte oriental, entre una pequeña pinada, se abría paso una pequeña acequia tan vieja como las dos gigantescas rocas por las que cruzaba, como un diminuto Gran cañón. Esa era la acequia madre. A partir de su entrada, un ingenioso sistema de ramificaciones circundaba todos los huertos hanegando su interior con agua tan fría como las raíces de un glaciar.

Los dos amigos repasaron los tramos y cada una de las encrucijadas de las acequias. Abriendo los pasos entre ellas y comprobando que ningún obstáculo frenase el paso del agua. En una ocasión, el cuerpo de un perro muerto les había hecho perder mucho tiempo y dinero.
Finalizada la rutina, se dirigieron en silencio al paso de la acequia madre. Esperarían sentados en las rocas la entrada del agua. Eran cómodas, y los pinos a su alrededor les daban algo de refugio.
Juanjo sacó un paquete de tabaco aplastado de uno de los bolsillos de su tejano y le ofreció un cigarrillo a Jose que lo aceptó agradecido. Dos chispazos del mechero y el tabaco ardió con apenas humo entre la oscuridad de los árboles.
Delante de sí una “chicharra” canturreaba en alguna parte del cauce seco de la acequia. “Callaría muy pronto” pesó Juanjo. A su derecha se extendían los huertos bajo la luz de media luna pálida y a su izquierda, la acequia madre discurría hasta salirse de la pinada y adentrarse entre un frondoso campo de frutales viejos y abandonados.
Eran las 04:30 y el agua no llegaba. Fulleraca se retrasaba. Los dos amigos fumaban despacio hablando en voz baja. La gata de Jose había desaparecido durante un mes y había vuelto con una barriga que anunciaba problemas.

Un rumor captó su atención y lo reconocieron de inmediato. Era como el canto de una ballena. Provenía de entre los frutales. El agua se acercaba por la acequia chocando mansamente contra sus paredes. A ambos les encantaba aquel acontecimiento. Observar el torrente abrirse paso a través del ingenioso sistema de cauces. Vertiéndose entre la tierra roja. Cubriendo cada palmo, rebajando sensiblemente el calor del paraje.
El agua discurrió por delante de ellos atemperando la alegría de la chicharra. Siguieron su recorrido con la mirada hasta las bifurcaciones del entramado. El rumor del líquido elemento era celestial. Relajante. Juanjo observó los campos a su izquierda con una sonrisa. El agua brillaba bajo la luz de la luna. Aquel año había sido un buen año. Habría buena cosecha.

A Juanjo le inquietó algo que le rescató de sus pensamientos. Era Jose. No miraba los huertos sino el lado opuesto. No le gustaba su expresión. Juanjo giró la cabeza y lo vió.
Apareció de entre los frutales. Tendría el tamaño y la forma de un ser humano aunque no se le adivinaba una figura definida. Parecía estar completamente cubierta por una túnica desde lo que debía ser la cabeza hasta los pies. Aunque aquella túnica no resultaba estar hecha de tela sino de algo parecido a jirones de…humo. No se le adivinaba rostro alguno entre los trazos de aquella oscura vestimenta. Pero lo más sorpendente fue el hecho de que aquel ser levitaba a un palmo de la acequia, siguiendo el mismo recorrido que el agua. Además lo hacía lentamente, a su misma velocidad.
La figura pasó por delante de los dos amigos que la observaron atónitos desde las rocas. Aquel ser levitó hasta entrar en el entramado de las bifurcaciones y se desintegró al interponerse frente a la luna.
Juanjo y Jose permanecieron diez pétreos segundos en silencio hasta que saltaron enérgicamente por encima de las rocas y corrieron como descosidos hacia el coche.
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Esta recreación ha sido recogida directamente de la historia contada por dos agricultores de Marxuquera. Sus nombres han sido cambiados.
Siguiendo el espíritu de esta sección, el caso recopilado aquí no ha sido inventado. Ha sido documentado, como los demás casos, directamente de testimonios y folklore tradicional.

miércoles, 21 de mayo de 2008

1- Vidas tranquilitas: Chris Stevens

Hay nueve meses en mi vida que me gustaría borrar. Como cualquier persona, no siempre tomo las decisiones correctas, en muchas me equivoco. Pero no suele ser grave, casi siempre son cagadas que hasta la fecha he podido solucionar.
Hablo, claro está, de decisiones vitales. Esas que provocan que tu vida tome un rumbo en una dirección u otra.
En ocasiones te permites distanciarte un poco de tu propia vida. Tomar un respiro. Tomar perspectiva. Volver la vista hacia atrás y recapacitar si estás a gusto con lo que has hecho. Sea cual sea la respuesta, una vez en este punto, no puedes evitar preguntarte qué hubiese pasado si en vez de Pepsi hubieses elegido Coca Cola.
Algunas malas decisiones no he podido solucionarlas. Una de ellas me llevó a pasar los peores nueve meses de mi vida. Una etapa de pura caída. Ojalá nunca hubiese ocurrido. Sé que en cuanto a malas rachas, todo es manifiestamente empeorable. No he llegado a los extremos de Kurt Cobain. Pero si me diesen a elegir darle al “Delete”, eliminaría sin duda esos nueve meses.
En ocasiones me he cruzado con el típico tipo que me asegura orgulloso que si hubiese vuelto a nacer, volvería a tomar exactamente las mismas decisiones que ha tomado hasta la fecha. Pues bien, ese tío miente o es gilipollas. Así de clarito.
Suerte que existen némesis a estas malas rachas. Aunque no sé por qué ley divina no tienen categorías de rachas, etapas o tramos. En fin, periodos consistentes de tiempo; sino como dice un amigo mío, son “Momentos de felicidad”.
Y esos momentos, cuando los tienes, son oro puro.

Algunos de esos momentos los tuve un Verano de mi Instituto. Recuerdo que tuve la suerte de no tener que estudiar para Septiembre. Estaba todo el día haciendo el gamba para arriba y para abajo con una tuneada “Harley AL” roja. Por la noche, entre semana, volvía a la una o las dos a casa y me sentaba junto a mi hermano a ver la tele. Recuerdo que hablábamos de todo y llegábamos a descojonarnos hasta que nos faltaba la respiración. Teníamos que contenernos para no despertar a nuestros padres.
Pues bien, recuerdo que en aquellos “Momentos” siempre poníamos una serie que nos gustaba a los dos: “Doctor en Alaska”, posiblemente la mejor serie (y con esto señalo que es la nº 1) que jamás he visto por televisión. Parecía que los guionistas fuesen poetas. Una serie para comprar y verla una y otra vez hasta fundir los CDs.
Uno de los personajes de aquella serie era Chris Stevens. El locutor de la única radio del pueblo Cicely.. Era el gurú del pueblo, el maestro de ceremonias, el guía moral de los personajes. Tenía los mejores diálogos de la serie, y los mejores monólogos frente a su micro estilo retro en la pequeña habitación de la RKBHRs (Radio K-Oso)

Durante esos nueve meses recordaba aquellos momentos con mi hermano y los monólogos del locutor. Eran inyecciones al corazón estilo Pulp Fiction.
Si podéis y os da la gana, clickad el link que he puesto al final del post, es uno de los únicos 3 videos que podéis obtener de este tipo en Youtube.


Vended vuestro pelo a la industria de moños de fallera y compraos la serie completa. Merece la pena.

miércoles, 14 de mayo de 2008

LA MÁQUINA DE ANTIKITERA

A pesar de que este Blog está abierto al público en general, este artículo va dirigido especialmente a unos pocos (muy poquitos, ellos ya saben quienes son), que sentirán el irrefrenable impulso de pagarme una cerveza por la gesta heróica perpetrada a lo "Thomas Crown".
El equipo de producción de este Blog no tiene límites. Trasladó todos sus medios a la sala 38 del "Museo Nacional de Historia de Grecia" y esquivando la ceñuda mirada de la vigilanta, logró cascar varias fotos al primer Oopart que el autor tiene el privilegio de contemplar en directo.

Disfrutad con esta, disfrutad. Ya os enseñaré las demás que tengo de la maquinita.

Lástima del pesao que sale por la izquierda.

viernes, 9 de mayo de 2008

SANTI DIXIT

" E hice que el amor fuera para él..."

(el ser humano lo puede todo)

miércoles, 7 de mayo de 2008

1- Rumores para no dormir: En el desierto de Gandia...

Debido al aclamado éxito de la primera entrega de la ya clásica sección “Monográficos Zona Cero Azafor”, ha surgido de manera espontánea (aunque estúpida) este spin-of que nos adentra en el fascinante humus irracional del rumor colegil.
Como su padre, esta nueva sección no es inventada.
Los rumores están directamente recogidos de la plebe comemocos que pululaba por colegios de la Safor (especialmente de Gandia). Algunos de los rumores se limitaban sólo a una clase, otros trascendieron varios cursos, y unos pocos elegidos traspasaron barreras abriéndose camino hacia nuevas tierras que conquistar. Los salones recreativos siempre ayudaron mucho.

No recuerdo muy bien la edad que tendría, pero seguramente rondaría entre los seis y ocho años. Era final de curso y por fin teníamos horario de verano. Así que aprovechábamos juiciosamente nuestro tiempo para ver por las tardes la superserie “Dinastía” (que en realidad se llamaba “Dinastía II-Los Colby”; pero todo el mundo pasaba y decía: ¡Dinastía! ¡Dinastía!- y ya está)
Pues bien, la escena final del último capítulo de “Dinastía” fue muy chocante, ya que dejó a todo el mundo rollo: ¿Y esto a que viene? Pero a pesar de todo, tuvo mucho tirón a mediados de los 80, constituyendo el germen del rumor que dominó las conciencias de varios cursos del colegio M. M. Escolapias.
Quien no haya visto o recuerde la escena que clique en el link http://es.youtube.com/watch?v=XyWmuMoGCPA que habré escrito seguramente mal.
El rumor que se extendió por el colegio aseguraba que; Primero: El hecho acontecido en televisión era evidentemente real y; Segundo: Que había sucedido entre la carretera que va desde Gandia a la Playa.
El rumor no especificaba cual de las al menos tres carreteras que conectan los dos pueblos se trataba (salvando el dato que es la “Diamond Back Road”, como puede averiguarse por el video) y mucho menos cual fue el tramo exacto y concreto de esta carretera (un tramo que guarda un tremendo parecido al desierto de Arizona).

Fue imposible identificar al autor de este rumor.

lunes, 5 de mayo de 2008

"EL ARTE DE LA GUERRA"

El escenario puede ser cualquier comercio con mostrador. En mi caso fue en la panadería de debajo de casa. De pie ante la caja, sostenía – orgulloso de mí- con una mano un euro y con la otra un paquete de la “Pandilla fantasma” ( esos de los fantasmitas y murcielaguitos rositas) .
Estaba sólo en la cola. Nadie por delante, nadie por detrás. La dependienta se entretenía un poco con la cliente que acababa de despachar justo antes de mi llegada . Tardaba, pero no importaba. Mi mente flotaba entre ensoñaciones y nubes algodón, fantaseando con lo bien que combinaría el paquete de matutano con el bocadillo de tortilla francesa que me aguardaba en la cocina, estratégicamente parapetado en papel de plata.
Repiqueteo el euro contra el mármol de la barra y un fugaz reflejo me eriza el vello, atravesándome el espinazo como una gota fría. Me fijo mejor en la vitrina donde la sombra se agranda hasta alcanzar el tamaño de un ser humano. Entonces me doy cuenta: -“La tengo justo detrás”- Ha sido rápida, apenas me ha dado tiempo a reaccionar. Noto su perfume dulzón mezclado con laca barata rodeándome los hombros. Giro levemente la cabeza para intentar captar una imagen más nítida. El reflejo de un broche dorado centra mi atención, me distrae ¡Mierda me acaba de pillar! Vuelvo la cabeza hacia delante de un latigazo. Ha sido una equivocación, ella tenía toda la ventaja.
Sé que me observa. Pasan tres segundos eternos.
La viejuna emite un leve gruñido. Esa es la señal. Siempre empiezan así.
Su cabeza asoma por uno de mis costados. Ya no está detrás, está justo a mi lado. No hay nada que pueda hacer. Me limito a observar hipnotizado sus movimientos, como un ratón a una serpiente. La viejuna se acerca más al mostrador. Detrás del cristal se apelotonan donuts, empanadillas, pasteles y pseudopizzas. La viejuna se acerca más (Dios Santo, tiene el cristal ante la nariz!) Levanta la cabeza y entonces ejecuta “el movimiento”:-Ascolta! Ascolta! Son de pésols o despináques?
La dependienta deja la conversación un segundo y contesta que de pésols.
Y aquí es cuando viene “el estoque”:
-Pues posam dos ampanadilles-
(puro arte)
La dependienta suspira, se despide de su conversación y le envuelve las dos empanadillas. La viejuna me mira de reojo y tiene la gallardía de buscar en su pieluno monedero dos euros en monedas de diez céntimos (acrecentando mi humillación).
Finalmente recoge su botín y se marcha triunfante.

¡Toma coladita! Esa noche los fantasmitas saben a derrota… y la tortilla está salada.


viernes, 2 de mayo de 2008

1- Monográficos Zona Cero Azafor: EL GRAN DUQUE

A continuación el primero de los monográficos de la nueva sección del Blog. Al más puro estilo rosaventero, y continuando con el homenaje a Amenofis III, recopilaré la casuística del misterio acontecida entre la legendaria Sierra de la Safor y el Mare Nostrum.
Debo señalar que los casos recogidos no son inventados, están recuperados directamente del folklore.

Nuestro primer reportaje podría clasificarse como criptozoológico y está centrado en la mítica figura de esta famosa ave rapaz.
EL GRAN DUQUE era una especie de búho gigante que habitaba en las espesuras de los pinares de Marxuquera Alta. Conocido por la ciencia seria como Bubo Virginianus o “Gran Duque”, los registros lo describen como un búho de unos 160-180 cm de envergadura; aunque los vecinos de Marxuquera tienen una opinión bien distinta. En los 90 varias fuentes afirmaron haber observado un ave que alcanzaba, e incluso sobrepasaba, los 4 metros de envergadura.
Este gigantesco búho que llegó a atacar a algunos vecinos de las urbanizaciones, se centraba especialmente en aquellos que circulaban por la noche montados en sus ciclomotores, y siempre en la soledad de las carreteras secundarias.
El ataque era rápido: Un vuelo rasante, un picotazo y una fea marca en la cabeza.
Se registra un caso ,poco probable, por el que EL GRAN DUQUE intentó elevar a uno de los vecinos aferrándolo por los hombros.
El miedo a éste animal llegó a alcanzar tal punto que los vecinos, por la noche, se preocupaban no sólo en cerrar sus ventanas, sino en cubrirlas con persianas venecianas ante la posibilidad de que EL GRAN DUQUE pudiese atravesar los cristales y entrar en el interior del hogar. Incluso algunos vecinos llegaron a circular con un machete en la estructura del ciclomotor.
La leyenda de EL GRAN DUQUE desapareció en los inicios del nuevo milenio y nunca más se supo de uno de los pocos casos de criptozoología saforenca.

Homenaje a "JUAN ANTONIO CEBRIÁN"


Acabas de volver de cenar con los amigos o simplemente has empalmando el fútbol en tu televisor con una horita en internet; en cualquier caso, esa noche no sales y te quedas en casa. Miras el reloj y enciendes la radio. Si llueve es mucho mejor. El reloj marca las 01:05 y por los altavoces suena “Villagers begin building”, por un instante recuerdas la película “El hombre que subió una colina y bajó una montaña” pero es sólo un segundo porque la música encaja más con la presentación de un trobador, un trobador imaginario que se presenta ante ti… y un trobador es el que habla, es: Juan Antonio Cebrián.

Conocí tarde a este locutor de radio y su programa “La rosa de los vientos”, (creo recordar que hace unos seis años, en mi piso de la Universidad) pero desde entonces quedé enganchado.
Juan Antonio Cebrián no se limitaba a presentarnos la rutinaria realidad que día a día desfila ante nuestros ojos, él iba más allá y junto a sus colaboradores, jugaban a leer entre líneas y a presentarnos un mundo repleto de conspiraciones, espionaje, esoterismo, misterio, criptozoología e Historia insólita… y nos llevaban de viaje hasta nuestro propio interior primitivo, el mismo que supongo le gusta quedarse hipnotizado contemplando el baile del fuego, o estremeciéndose simplemente con el silencio de una noche en plena montaña.
Hace falta más gente como Juan Antonio Cebrián caminando por las calles, gente imaginativa, inteligente y con sentido del humor (en cada programa se presentaba como “la momia de Amenofis III”), y con valor de mostrarnos la realidad como ellos la ven, a su manera, sin prejuicios, eludiendo encorsetarse en la corriente.

Gracias por sus centenares de horas de programa y gracias por ofrecerlas por el Emule.

Personas como Juan Antonio Cebrián no deberían morir nunca.
Nadie debería morir a los 41 años.